Está en el candelero del Gobierno de Rajoy la reforma de las pensiones. A este respecto hay opiniones para todos los gustos, pero  ya se sabe que, como nos viene demostrando los que hoy por hoy ostentan el poder, si a éstos se les mete algo entre  ceja y ceja, tiran hacia adelante como sea, en este caso con el beneplácito de la Unión Europa y de Alemania que son quienes mal que nos pese, dictan las normas de obligado cumplimiento. Contra ellos estamos lejos de lanzar los improperios que días atrás lanzó el líder de la estola palestina al cuello con su proverbial irreverencia contra lo divino y lo humano, así que dejamos en paz a la “madre que los parió”. Sin embargo, los pensionistas seguimos cabizbajos ante este asunto que tan de lleno nos coge. En el debate sobre la necesidad de reformar las pensiones, en la que se escudan los políticos de turno para “garantizar el sistema” traigo a colación el parecer de expertos en el tema, los cuales desaconsejan abordar ahora estos cambios, apuntando con el dedo a elementos que echan en saco roto en el informe pertinente sobre esta materia e incluso llegan a tildar de “engaño”los argumentos esgrimidos para cambiar las reglas hasta ahora establecidas.
Como botón de muestra de economistas apunto el criterio del catedrático de la Universidad de Sevilla Juan Torres, quien advierte de “irresponsabilidad” emprender el camino de la reforma ante “una situación de tempestad” como la que nos aflige.  Toda esta estrategia por parte de nuestros dirigentes ¿no irá encaminada a que la gente piense que la mejor opción posible es la de abordar planes de pensiones privadas?
El sistema está amenazado, eso es cierto, pero el peligro se soslayaría con el logro de la recuperación económica. Es entonces, y solo entonces, cuando cuadradas las cuentas del Estado, la creación de empleo a remolque del ajuste a términos equiparables de los ajustes y activación del crecimiento se estaría en condiciones de alejar el espantajo de la quiebra de las pensiones que hoy se vislumbra en  lontananza haciéndonos guiños siniestros.