De la noche a la mañana. No se veía ayer, y hoy es cosa clara. Al amanecer tenues gotas de rocío entorpecen del segador el corte de la guadaña. ¿Cómo tan pronto ha cambiado el color de la hojarasca? De verde brillante, en un soplo los tonos del caqui ( en el Japón de donde es oriundo y luego enla Serranía) planta santa, se pasó a la pátina amoratada. Se desnuda la higuera con parsimonia pero sin pausa. Le descolgaron los últimos higos que azúcar rezumaban. El almendro, los chopos de las riberas, las encinas ancianas, (no así los olivos cenicientos y machadianos que ganaron en galanura) y los abedules perdieron su prestancia.
Las colosales sierras que al cielo arañan impiden que la luz se entretenga antes de despedirse hasta mañana. Es lo que enlos pueblos de la costa pasa. En los de la montaña anochece antes porque se esconden y las alturas incitan para que las sombras antes de tiempo los invadan.
Sopla el aire frío y a su paso todo lo arrastra. Los que vienen de la costa les coge de sorpresa esta asta actitud rebelde y temprana. “Todavía hay gente en la playa”, dicen con destemplanza. “No es lo mismo en la sierra”, le contestan los de Ronda, Montejaque, Alpandeire y Parauta. Aquí es más triste y de más temprana pisada. No, no es lo mismo el otoño en la costa que en la montaña.