Mañana, 30 de octubre, hace un mes que te fuiste. Ya han pasado 30 días desde que aquel fatídico viernes se te parara el corazón dejándonos a tus compañeros también paralizados, sin dar crédito a lo que pasaba a nuestro lado…. Los que habitualmente miran este blog me van a disculpar hoy porque por una vez, y sin que sirva de precedente, no voy a hablar de compras. Hoy voy a escribir de una gran persona, un compañero genial, que desgraciadamente nos dejó el pasado 30 de septiembre: Manolo Becerra.
Fueron varios los compis que aquellos días te dedicaron unas bonitas palabras en sus blogs. Yo no tuve fuerzas entonces, pero voy a intentar reunir el coraje suficiente para hacerlo ahora, hasta donde las lágrimas me dejen. Destacar a estas alturas tus cualidades creo que ya no es necesario, ya ha quedado más que dicho y demostrado. Por ejemplo, solo había que ver cómo estaba el cementerio el día de tu funeral, cuando conseguiste reunir no solo a la gran mayoría de los trabajadores (de ahora y de antes, becarios incluidos) de esta casa, sino a compañeros de otros medios y diversas autoridades, y eso solamente lo logran unos pocos… O conseguir que te dediquen una calle, que pongan tu nombre al campo de rugby de Málaga y, especialmente, que todos te recordemos con cariño.
Porque Carmen y tu familia, el rugby, tu blog y muchos de tus compañeros nos hemos quedado desde aquel 30 de septiembre como huérfanos…Personalmente, aquel día cruel perdí un gran apoyo. Se fue una de las primeras personas a las que conocí nada más entrar en esta gran familia que es SUR y que desde el primer momento tuvo mi simpatía por su forma de ser (y también mi admiración, lo admito, por su pasión por el rugby). Se marchó también un periodista convencido del que he aprendido día a día, como muchos, y un amigo con el que, por suerte, he podido compartir muchos momentos de risas, de fiesta, y de confesiones.
Ya no estás con nosotros día a día pero has dejado un hueco, literalmente, en la Redacción, porque eres un tío grande, en todos los sentidos. Las flores que alguien puso en tu mesa siguen ahí, vivas, como continúa tu recuerdo entre muchos de nosotros… Hasta siempre, Manolo