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Jose Luis Escudero Gallegos

Tormentas y Rayos Jose Luis Escudero

El Escudero de la Meteo. Muchas gracias amigo Enrique Salvo Tierra.

Buenos días, amigos de la meteo. Hasta las 5 de la madrugada hemos tenido una noche tropical en las tres estaciones de la Aemet en Málaga capital, ahora a las siete de la mañana el aeropuerto registra 19,2 ºC. La temperatura del agua del mar está a 22 ºC. La probabilidad de precipitaciones es muy baja.

Muchas gracias, Enrique, me ha encantado, y además, me has cargado las pilas que me hacían falta.

Os dejo con el articulo de mi amigo.

Hay amaneceres que se agradecen más por quien los cuenta que por cómo asoman. El de hoy, con el mar aún somnoliento y una luz de cobre fundido, llega acompañado por la foto y el parte del tiempo que cada mañana comparte el Escudero de la Meteo. No es solo un pronóstico: es un rito matinal de observación, ciencia y entusiasmo.

Hasta que Gutenberg se puso a imprimir, la ciencia era asunto de élites cortesanas, claustros y laboratorios palaciegos. La imprenta rompió ese monopolio y el saber se hizo público, tan público que la ciencia acabó volviéndose espectáculo. En aquellas sesiones académicas, ya multitudinarias, los asistentes aplaudían o abucheaban hipótesis como si de un teatro se tratase. Imaginen al pobre Darwin, temblando ante la concurrencia que se burlaba de su teoría de la evolución —“la ocurrencia de que el hombre viene del mono”— y que acabó caricaturizada, con sorna, en la famosa etiqueta del Anís del Mono.

Con el tiempo, aquel acceso popular al conocimiento trajo su propia fauna: los autodidactas, los curiosos, los exploradores sin título. En las ciencias naturales abundaron estos rodrigones —como se les llamaba con cierto desprecio— que, pese a todo, acabaron aportando hallazgos notables. El pinsapo, por ejemplo, fue descubierto por uno de ellos.

Hoy esos herederos del entusiasmo amateur tienen un nombre más digno: ciencia ciudadana. Una corriente que ha democratizado la observación y aportado datos de enorme valor a disciplinas tan diversas como la ornitología, la botánica, la geología o la meteorología. Y, sobre todo, ha devuelto algo que la ciencia institucional había perdido: la capacidad de emocionar y de contar.

Ahí entra José Luis Escudero, más conocido como el de la meteo. Desde su jubilación, dedica sus días a leer el cielo con la precisión de un técnico y la pasión de un poeta. Observa nubes, mide el viento, escucha el rumor de las olas y traduce todo ello en lenguaje común, sin perder rigor ni respeto por la ciencia oficial. Esa es su grandeza: no pretende suplantar al científico, sino complementarlo.

Mientras algunos autodidactas caen en la tentación de ser “más papistas que el papa” o de creerse profetas del clima, Escudero se ha ganado el aprecio de los profesionales de la AEMET, una de las agencias meteorológicas más prestigiosas del mundo. Lo respetan porque él también los respeta.

En el fondo, el Escudero de la Meteo representa algo más que un hombre que mira al cielo. Es la prueba de que la curiosidad sigue siendo el mejor barómetro del alma humana. Y que, frente al ruido de la desinformación, siempre habrá quien mire las nubes con la misma fe con la que otros buscan certezas.

En el Juego de Truenos, junto a Lillo, sabemos bien que el gran terral se acerca. Pero si lo anuncia Escudero, hasta el calor tiene su encanto.

 

 

 

El TERRAL NO VIENE DE ÁFRICA. ! QUE ABURRIDA SERIA LA VIDA SI TUVIÉRAMOS QUE SUFRIR MONÓTONOS CIELOS DESPEJADOS DÍA TRAS DÍA ( Gavin Pretor) ! BLOG TORMENTA Y RAYOS . JOSE LUIS ESCUDERO

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