Hola, amigos de la meteo. Hoy os dejo este post, que no es más que una simple reflexión de una parcela de mi vida.
Desde muy temprana edad ya sabéis que nació mi pasión con la meteorología, y que afortunadamente sigo manteniendo hasta día de hoy.
Esta relación la comparo con las relaciones humanas, esas que a veces se tiñen de miradas llenas de juicio, resentimiento y que pueden llegar a ser complejas, como la observación del tiempo. Tomemos como ejemplo el fenómeno de la envidia, esto es cuando alguien ve que otra persona tiene cierto repunte en ciertos lugares, sin pararse en intentar comprender el sacrificio que hay detrás y sale el veneno que lleva dentro. No debería llamarle la atención el lugar que ocupa, sino la pasión, la dedicación y el esfuerzo que se ha invertido para estar en ese punto.
Desde muy joven he dedicado horas y horas, madrugones que no siempre me apetecía darme o noches en vela, horas de estudio y lectura con el único propósito de intentar estar lo más próximo a cumplir un sueño más allá de lo material: entender y comprender el cielo, el clima y sus variables.
Uno de mis propósitos ha sido disfrutar de la meteorología y eso es lo que he ganado. Ahora que estoy jubilado, una jubilación bien merecida (ya que desde los dieciocho años he estado trabajando), puedo disfrutar desde la serenidad que me dan mis años, seguir estudiando estos fenómenos y vivir mis días con la satisfacción de hacer lo que me gusta.
Sin embargo, del mismo modo que me causa tristeza ver arroyos o ríos sin agua, me causa cierta indignación ver como hay personas, que en lugar de reconocer este esfuerzo, sienten la necesidad de criticar e incluso descalificar lo que no comprenden. Las redes sociales me dan mucho trabajo, también la alegría de conocer a muchas personas que son estupendas, o poder seguir “conectado” con compañeros que comparten la misma afición aunque estén lejos. Pero también observo que las redes sociales permiten hacer comentarios desde el anonimato, con la impunidad de no mostrar ni rostro ni nombre real, intentando rebajar la dignidad de quien se critica.
Lo más curioso es que lo hacen sin darse cuenta que realmente quedan retratados en esos comentarios: no es la persona que lo recibe quien queda afectada, sino el propio crítico.
Leí por ahí que una falta de ortografía, un error que delata la simple imperfección en las palabras es simplemente eso. Quien critica, quien intenta esconderse en el anonimato no puede esconder su propia inseguridad y frustración.
El problema no está en el éxito de la persona que se ha esforzado, no está tampoco en la meteorología, verdaderamente está en quienes no saben cómo valorar el esfuerzo ajeno ni la dedicación que hay detrás de lo que otros hacemos. Pero recordar que las críticas, aquellas que no son constructivas, que estas si las acepto de buen grado, son sombras que se desvanecen sin más.
Aunque intenten oscurecer mi camino, mi pasión y dedicación va a perdurar.
Sobre la una de la tarde os pondré los probables acumulados para mañana jueves.